Reunión de amigos en un bar como cualquier otro de los que aún hoy existen en nuestra ciudad de Bs. As.. Cuatro amigos, cuatro tazas de humeante café y el fútbol como tema central.
Nacieron, crecieron, vivieron y viven las peripecias que padecen hoy todos los argentinos. Los une una vieja amistad y también los une y los separa una pelota de fútbol y los colores de sus clubes preferidos.
Carlos, un ingeniero civil de 47 años, insiste en justificar que el mejor club de la Argentina es el C. A.Boca Juniors, por historia, títulos, convocatoria y once jugadores pura garra y corazón.
Andrés, un vendedor de seguros hoy desocupado, de 52 años, vocea a los cuatro vientos que el C. A. River Plate atesora más títulos a nivel nacional, posee un estadio modelo y pasea por las canchas del mundo un fútbol elegante y de alto vuelo.
Darío, un destacado profesor de historia de 49 años, muere por el rey de copas, su glorioso C. A. Independiente, por tradición familiar, los colores que tiran y años abrazando éxitos.
Por último Alberto, un empleado de 50 años, fanático del C. A. Platense contradice a todos y justifica su pasión en un sentimiento inexplicable.
Esa tarde-noche, fui testigo, mesa de por medio, del siguiente diálogo entre ellos: Carlos y Andrés molestos con Alberto, le recriminaban al parecer desde siempre, las preferencias de éste para con un club que nunca ganó nada y que además en apenas tres años descendió dos categorías.
Darío, como buen docente, trataba de razonar en vano la cuestión con Alberto, a fin de poner paños fríos al debate.
¿Y Alberto?, ¿qué decir de Alberto?......enrostraba a todos que su club, su querido Platense, tenía razón de ser en sus padres, su esposa, sus hijos, sus amigos del barrio de Saavedra y esa comunión no escrita entre 11 jugadores y su gente.
Por instantes, creo, atormentaba a sus acompañantes, con...¡de Platense se nace y no se hace!, no contamos con una multitud de hinchas, muchas veces al interior del país viajamos unos pocos, pero eso, claro, los señores no lo entienden y jamás lo van a entender.
A un club, expresaba Alberto a esa altura de su monólogo imposible de frenar, lo hace grande además de su infraestructura, su historia, sus títulos; ¡el sentimiento, la pasión y su gente!!!.
Carlos, Andrés y Darío lo miraban absortos mientras murmuraban ¡que delirante!.
Alberto los bombardeaba con que a ustedes la pasión y el sentimiento se lo venden en diarios y revistas, en campeonatos con vueltas olímpicas, algunas de dudosa credibilidad, e hilando fino, hasta dudaban de sus supuestas hazañas deportivas. Casi fuera de si, seguía expresando que en reiteradas oportunidades muchos familiares directos y hasta ustedes mismos, lo tenían presente al oír alguna noticia referida a Platense.
Les rogaba que presten atención a que el grito de gol de los hinchas de Platense es más largo, dura una eternidad en comparación con cualquier otra hinchada. Aparte, Uds. no se imaginan lo que sentimos cuando tomando un café o una cerveza en un bar, estemos donde estemos y ni que hablar de vacaciones, vemos pasar a alguien con la camiseta de Tense, reaccionamos automáticamente y nos acercamos a saludarlo como si nos conociéramos de toda la vida.
Ante lo expuesto, Carlos le contesta irónicamente que habría que tomarse unas vacaciones muy largas y caminar mucho por el país para encontrar un hincha con la camiseta de Platense.
Alberto, desquiciado por esa respuesta, argumentaba que por el tema del descenso, su equipo dio más vueltas olímpicas en forma consecutiva que todos los demás, o que el festejo del ascenso en el año ’76 fue de por lo menos una semana, mientras que ustedes festejan un campeonato nada más que un par de días.
Andrés, comento que si fuera así, nosotros viviríamos de fiesta todo el año. A esa altura de la disquisición, todos se preguntaban......¿Hablará en serio el delirante de Alberto? No sé, que se yo, supongo que sí.....contestaba el otro. ¡Ya nos tiene acostumbrados!!!.
Alberto sumaba a sus dichos, que existía una encuesta oficial de la A.F.A. -publicada en diarios e internet-, que destacaba que “la hinchada más fiel y seguidora es la de Platense”, porque cuanto más partidos perdía, al siguiente partido más gente lo acompañaba a los estadios.
Ahora ya no se reían tan sarcásticamente porque ante todos los argumentos expuestos, realmente dudaban.....mientras que Alberto no conforme con todo aquello y como poseído por una fuerza extraterrenal, disparó, ahora sí ante la sonora carcajada de los allí presentes.......“estoy convencido de que Dios me trajo al mundo con la intención de llevar su palabra a todos, sin la Biblia bajo el brazo, sino, con la sin razón de la razón en marrón y blanco”......
Dicho lo cual, solicitó al mozo de aquel lugar, una botella del mejor champagne, cuatro copas que en instantes burbujeaban, tomó una de ellas, se irguió de su silla y exclamó ¡al gran pueblo calamar, salud!!!.
Cuando finalizó su alocución, tanto sus amigos como yo, testigo ocasional de esa reunión, lo aplaudimos y hasta el día de hoy tengo fresco aquel recuerdo.
Antes de finalizar esta historia, es digno y corresponde dejar aclarado que quien suscribe, antes de aquella charla no simpatizaba mucho con el fútbol, pero aquello me marcó; a las pocas semanas me acerqué al estadio del C. A. Platense que disputaba un clásico barrial con el C. A. Tigre y, realmente presencié una fiesta.
Desde hace un tiempo a la fecha y de vez en cuando, me escapo de mi familia para ir a ver a Platense. ¿La razón? Hasta el día de hoy no lo entiendo, quizás para corroborar si esa locura colectiva sigue aún vigente y para preguntarle a ese personaje de la historia -o en última instancia a cualquier otro-, la explicación final y coherente de ese “eterno placer de sufrir”.
Finalmente, desearía que alguien me explique, porque en algunas ocasiones......esbozo una sonrisa cómplice y relajante, o la razón de esa lágrima que recorre mi surcado rostro.
Alberto Di Marco
Antonio Cifelli